Millones de personas se van a quedar sin trabajo en unos años, a medida que el coche eléctrico vaya sustituyendo al de combustión interna como medio fundamental de transporte. La demanda de mecánicos en gasolina o diésel, y todas las tecnologías relacionadas, sufrirá una caída brutal, pero parece que todo el mundo se quedará pasmado hasta que llegue el momento en que la única solución sea… pedir subvenciones al gobierno.
La disrupción, como se define en el libro del mismo título, es el impacto que tiene la innovación tecnológica en el mercado laboral. Si aparece una tecnología, como la tableta electrónica o los teléfonos inteligentes, aparecen al mismo tiempo puestos de trabajo relacionados, como los técnicos que sustituyen las pantallas rotas por caídas accidentales. Ese trabajo no existía antes y desaparecerá el día en que dejen de utilizarse pantallas de cristal, porque surja otro material menos frágil que cumpla su función. La disrupción es eso: cuando aparece una tecnología radicalmente nueva que ofrece ventajas significativas al consumidor, éste reacciona con rapidez y una especie de «selección natural» del mercado elimina todo rastro de la tecnología a la que sustituye a gran velocidad. Pero también ocurre lo contrario, que desaparecen todos los trabajos asociados a la tecnología que desbanca.
Si tienes dudas sobre la velocidad a la que ocurren esos cambios, quiero recordarte que hace 20 años aún había tiendas de revelado rápido en una hora en todas las poblaciones y centros comerciales. Hoy no queda ni rastro de nada de eso; ni tiendas, ni maquinaria, ni proveedores de papel o líquidos, ni fabricantes… NADA. Las cámaras fotográficas de película se tiran a la basura, se guardan en el desván o se liquidan a precios ridículos en las tiendas de segunda mano porque, excepto unos pocos coleccionistas, nadie las quiere. Veinte años han bastado para que una generación de personas, los nacidos después de los 90, no hayan visto nunca un carrete de fotos ni sepan qué es eso.
Así que no te extrañe que los niños que nazcan ahora, no tengan ni idea de lo que es ir a una estación de servicio a repostar gasolina o que los coches tengan cambio de marchas. Veinte años puede parecer mucho tiempo, pero pasan en un abrir y cerrar de ojos.
Había un completo ecosistema industrial y laboral en torno a la fotografía química, incluidos los miles de trabajadores que atendían esas tiendas de revelado rápido. Quiero que pienses en ellos un momento, porque la pregunta que voy a hacerte es importante: ¿dónde crees que están trabajando ahora? ¿Crees que la mayoría encontró trabajo en otra tienda de revelado, cuando perdió su empleo? En absoluto. Lo que les pasó es que se fueron al paro y no volvieron a encontrar trabajo. Es curioso que, cuando se produce un cambio de esta naturaleza, todo el mundo se aferra a lo que conoce y espera (o exige) encontrar trabajo en el mismo rol profesional, con independencia de lo que diga el mercado.
Ahora, con la perspectiva de estos 20 años, puede parecerte que la decadencia de la fotografía química era evidente. Pero vamos a volver al tema del que te hablaba al principio, la llegada del coche eléctrico, porque el escenario es el mismo y parece que el mercado laboral se va a meter el mismo tortazo por enésima vez: al aparecer una tecnología que barrerá por completo con un sector económico, la reacción de todo el mundo es hacerse el sordo y seguir como si no pasara nada, hasta que la situación sea tan grave que los despidos masivos no tengan remedio y salgan por las noticias.
Los fabricantes más importantes han anunciado planes claros para abandonar el motor de explosión en sus productos. En 2018 Volkswagen anunció que abandonaba por completo sus desarrollos en motores de explosión y que, a partir de 2033, sólo vendería coches eléctricos. Unos días después, era el grupo Daimler el que hacía un anuncio semejante. Lo hacían tras presentar su última generación de motores, dejando claro que no iban a seguir por esa línea y que, aunque querían rentabilizar la inversión, el último motor de explosión saldría de sus fábricas en 2040 como muy tarde. Volvo ya había anunciado en Mayo del mismo año que no volverían a sacar un modelo con motores diésel jamás. Y así podría seguir enumerando todos los fabricantes que han hecho lo mismo, incluida BMW. No es que haya «una ligera tendencia» en la venta de coches de gasolina, es que van a desaparecer.
Tampoco es que sean tontos y se lancen a la aventura de salvar el planeta por idealismo, es que el motor de combustión interna es un mecanismo sumamente complejo, caro y difícil de mantener, con un rendimiento término bastante pobre, al que la tecnología ha llevado a sus límites en los últimos años sin poder bajar de consumos de 4 ó 5 litros a los 100 kms en las condiciones más ventajosas. Igual que los usuarios tiraron las cámaras de fotos de película a la basura, con las que no podían hacer más de 12, 24 o 36 fotos por carrete, cuando tuvieron en sus manos smarphones que podían hacer miles de fotos sin pensar en el almacenamiento, los consumidores van a tirar el coche de gasolina a la basura cuando se enteren que los eléctricos no tiene cambio de aceite, filtros o mantenimiento. ¿Y qué va a pasar con todo el ecosistema industrial y laboral que hay alrededor? En efecto… se irá a la basura por el mismo agujero.
El sector del automóvil genera en Estados Unidos algo menos de dos millones de puestos de trabajo, que llegan a ser dos millones setecientos mil empleos en la Unión Europea. Eso es el 8% del mercado laboral. El OCHO POR CIENTO, casi una de cada 10 personas en todo el continente trabajan en el mundo del motor. La tendencia a generar empleo del sector ya se había estancando en los últimos años, sin necesidad de una crisis sanitaria que paralizase la actividad, así que las continuas noticias de cierre de fábricas y ajustes de plantilla no son algo de lo que podamos echar la culpa al coronavirus, sino que era una tendencia que ya se estaba produciendo y que la pandemia sólo ha acelerado.
¿Y qué hace toda esa gente? Seguir en su empleo tan tranquilos, aparentemente seguros de que podrá seguir en el mismo taller mecánico toda la vida. A fin de cuentas, hay millones de coches con motor de gasolina y diésel por las carreteras, ¿no? No pueden desaparecer de la noche al día, ¿verdad? Si quieres creerte eso, da una vuelta por el barrio y dime cuántas tiendas de revelado rápido ves, porque había más de esas que talleres mecánicos, y todas han desaparecido. TODAS. En menos de 10 años, no de 20.
El interés por esta nueva tecnología es marginal y los alumnos de especialidades técnicas siguen invirtiendo en adquirir formación de motores de explosión, transmisiones y bujías como si esto fuera a ser eterno. Eso del coche eléctrico es una noticia de fondo para la gente que quiere ir al trabajo en ciudades y no les dejan usar el coche porque contamina. Un indicador interesante: en portales de formación como EdX, el número de matriculados en cursos relacionados con la tecnología del coche eléctrico apenas llega a 40.000. Puede que no te parezca un mal número, hasta que te enteras que en cursos de Big Data no hay menos de 1.250.000 inscritos. Un millón y cuarto, treinta veces más.
Los fabricantes ya han anunciado claramente que abandonan el motor de explosión. Las empresas no dejan de anunciar cierres y ajustes. En poco tiempo veremos cómo empieza a haber cierres en los talleres de toda la vida. ¿Y qué hará la gente, estudiar mecánica de automóviles eléctricos? ¡NUNCA! Es mucho más fácil salir a la calle a exigir que el sindicato negocie un rescate del sector y que todo el mundo reciba subvenciones por la destrucción de empleo. Con lo fácil que habría sido empezar a formarse ahora para la nueva etapa… Pero parece que el victimismo es más atractivo.
Jeremy Clarkson, el antiguo presentador de Top Gear, hizo un comentario del Aston Martin Vantage en 2013 conmovedor. El coche era, con su motor de 12 cilindros, «maravilloso, maravilloso, maravilloso«. Y estoy con él. A mí me encanta la mecánica y soy de los que colecciona relojes automáticos, aunque sé que los de cuarzo son más precisos y baratos. Pero hay una enorme belleza en el trabajo de ingeniería que han realizado cientos o miles de ingenieros en conseguir que eso funcione como un reloj suizo.
Pero todo el romanticismo de los coleccionistas de cámaras, relojes o vehículos clásicos no pueden ocultar la aplastante realidad de que el coche eléctrico ya es una alternativa clara de mercado, que es mucho más cómodo, silencioso y eficaz, y que el usuario, cuando la producción en masa equipare precios y la recarga deje de ser una incertidumbre, saltará de cabeza a sustituir con él la vieja cafetera de gasolina.
No es de extrañar que Tesla tenga una capitalización bestial, ya que no ha dejado de apostar por este sector, cuando el resto seguía insistiendo en fabricar en vehículos convencionales. El verdadero negocio de Tesla ahora va a ser vender patentes, porque va a ser muy difícil que la puedan alcanzar, por mucho que invierta la competencia.
Si tienes la tentación de pensar que este artículo está dirigido a mecánicos de automóviles y que nada de esto tiene que ver contigo porque en tu trabajo eres insustituible, estás muy equivocado: profesores, dependientes en agencias de viaje, cajeras de supermercado, traductores de idiomas, músicos y fotógrafos, cualquiera que sea tu empleo, por muy intelectual o creativo que creas que es, tarde o temprano se va a ver afectado por la innovación tecnológica.
La única forma de mantener tu empleo, de sobrevivir al impacto de la disrupción es observar el mercado, estar atento a los cambios y adelantarte, sea cual sea tu trabajo, porque no hay ningún sector que esté a salvo de sus efectos. ¿Te has dado cuenta ya de cuál es la disrupción que va a poner del revés tu puesto de trabajo?
Si quieres saber más cosas sobre cómo detectar las sucesivas olas de disrupción, adaptarte a ellas y prepararte para encontrar, mantener y mejorar continuamente en tu empleo a pesar de las crisis, puedes seguir leyendo sobre este tema en mi libro Disrupción.
Fotografía del Model S de Tesla.