Pocas personas saben que el motivo por el que surgió scrum.org como una escisión de la Scrum Alliance, fue el empeño excesivo que pusieron los segundos en convertir Scrum en un chiringuito para sacar dinero con las certificaciones, antes que en una marco para mejorar la efectividad de los equipos de trabajo. El resultado de esa política, certificando a gente como «Master» en una metodología que 48 horas antes no conocía para nada, es el actual ruido de grillos en los que hay miles de voces exigiendo ser «el verdadero Scrum», aunque digan barbaridades como que hay que poner un Scrum Master Técnico.
Ken Schwaber, uno de los creadores de Scrum y fundador de scrum.org, lo explica con todo el tacto que puede en su página web y la frase no puede ser más lapidaria: «Este viaje ha sido moldeado por dos fuerzas opuestas: el deseo de hacer lo correcto y el deseo de hacer dinero. Formé Scrum.org para reenfocar mis esfuerzos en hacer lo correcto.»
Piénsalo con un poco de calma. Los cursos de certificación para Scrum Master, como el que puedes encontrar en la página de la Scrum Alliance, son seminarios de poco menos de dos jornadas de clase en las que el lunes por la mañana entras por la puerta sin saber nada de Scrum y el martes por la tarde sales con un título de Scrum Master, cualificado para «ayudar al equipo a alcanzar las más altas cotas de productividad». Pero, ¿qué chorrada es ésta? ¿Alguien, en su sano juicio, es capaz de asegurar que se puede controlar y dominar una metodología de gestión hasta el punto de poder guiar su implantación, tras hacer un seminario de 16 horas, de las que hay que quitar la presentación, el tiempo del «examen», los descansos y la última memez de «gamificación» que se le haya ocurrido al presentador? Porque llamarles formadores a veces es una exageración y su papel es más el de animador de fiestas.
Pero la Scrum Alliance es la organización que, teóricamente, vela por transmitir de forma adecuada el dogma de Scrum y cobra a cada una de las personas que participan en esos cursillos más de 1.000 €. ¿Cómo va a cuestionar nadie la validez de uno de esos papelitos?
Si no te has fijado, vuelve a leer el enlace a la página que te he pasado dos párrafos atrás, para que veas los requisitos que hay que pasar si quieres conseguir la certificación. Esencialmente son: pagar el curso, asistir a las 16 horas de juegos y animadas charlas y pasar un examen de 50 preguntas en el que puedes fallar la cuarta parte. Es decir, una prueba diseñada para que la pases aunque seas muy lento, hecha justo cuando acaban de explicarte todo en un curso de choque de dos días, durante los cuales no han dejado de repetirte hasta la saciedad los mantras y frases hechas que hay que memorizar, aún te permite meter la pata una de cada cuatro veces para considerar que eres un «Master» capacitado para guiar a otros, resolver dudas y «ayudar a alcanzar las más altas cotas de productividad». No me gustan los anglicismos, pero aquí hay que soltar un WTF? bien grande.
Claro, la última década y pico ha sido una fiesta continua para los que han querido hacer negocio con el tema de las certificaciones a cuenta de Scrum. No sólo de la propia Scrum Alliance, totalmente concentrada en extender su red de franquicias, profesores y asociados para cobrar diligentemente los mil y pico euros por asistente. Peor es el caso de algunas empresas y academias locales que han fusilado el manual de Scrum, lo presentan como propio cambiando dos nombres y te sueltan que es la «certificación oficial».
Espantados por el cariz que tomaban las cosas, algunos miembros de la Scrum Alliance recogieron sus cosas y montaron scrum.org, una entidad que no da cursos, no tiene una red de centros asociados, no monta saraos con animados juegos dicharacheros, pero te pone un examen de certificación en línea bastante asequible de precio que, para pasarlo, tienes que saber de verdad de lo que estás hablando. Puedes prepararte por tu cuenta, cogerte un par de libros, leer foros, practicar un tiempo tratando de aplicar eso de Scrum… Incluso hay sitios en donde te dan cursos y seminarios para aprender, aunque ninguno de ellos te garantiza que apruebes la certificación, por la sencilla razón de que no hay ninguna vinculación entre unos y otros. Son acciones independientes sobre un temario público, recogido en la Scrum Guide, que puedes descargarte en varios idiomas de forma gratuita. En esencia, puedes organizarte como quieras y lo único que vale para que pases el examen es que hayas comprendido (un poco bastante) de qué va eso de Scrum.
No digo que sea perfecto, no verás aquí un enlace de afiliación para venderte la cuota de examen y llevarme una comisión; no tengo interés comercial en esta opinión. Lo que hago es limitarme a comparar contigo dos modelos de formación y las consecuencias del chiringuito creado en torno a las certificaciones. Porque el resultado de coger a alguien que el lunes por la mañana no tiene ni idea de qué es Scrum y el martes por la tarde ponerle casi las respuestas en el papel para darle un certificado de Scrum Master es crear una legión de macarras que llegan a las empresas con su papelito y no toleran que nadie les lleve la contraria, ya que son «Scrum Master Certificado Oficial». No te digo los de las academias de cuatro duros con titulines derivados, que hay que darlos de comer aparte. Pocas veces he visto tanta furia en defender su «título oficial» que cuando le dices a uno de éstos que ha tirado el dinero y que lo que le han dado carece de ningún reconocimiento internacional.
Y esa legión de macarras titulados, con sus respuestas cortantes y su prepotencia casi incontrolable, dan su propia interpretación de Scrum en cada frase, no lo que pretendían Ken Schwaber o Jeff Sutherland, los dos padres de la criatura, si no su particular interpretación de las cosas, que muchas veces ni siquiera es algo que hayan visto, sino sus propias ideas, reforzadas por lo que creen haber entendido en 16 horas de dicharacheros juegos de aprendizaje.
El problema aquí es que las reglas de Scrum se pueden aprender, literalmente, en poco más de dos horas. Pero que puedas aprender las reglas de un juego en dos horas no quiere decir que lo domines. Las reglas del ajedrez se pueden aprender en 10 minutos y pocos pueden decir que dominen o entiendan su estrategia.
Scrum no es difícil por la complejidad de sus reglas, sino por la enorme complejidad de resolver los problemas humanos de adaptación a esas reglas. Que un responsable de cuenta acepte que ya no hay jefes de proyecto o que no puede mangonear a los programadores, cambiando sus prioridades en cualquier momento con la última ocurrencia, es MUY COMPLICADO. No porque la regla sea difícil de entender, porque, ¿qué dificultad hay en aceptar que el compromiso de entrega se fija al principio del ciclo de trabajo (Sprint) y no se cambia? Si la regla es muy fácil, pero dile a alguien acostumbrado a hacer lo que quiera que ya no puede.
Así llegamos a encontrar ofertas pidiendo un Scrum Master Técnico en varios sitios. Si buscas en Google (con las comillas) «Scrum Master Técnico», seguro que encuentras alguna. Yo he encontrado una de Grupo Cinte y otra de Cap Gemini, que lo describen como «una persona con expertise (sic) que lleve la comunicación del equipo pero que a su vez sea capaz de realizar trabajos técnicos de programación» o alguien en el que «se valorará alto nivel técnico en skills (sic) descritos que permitan aplicar soluciones técnicas«. WTF?? ¡NO EXISTE EL SCRUM MASTER TÉCNICO!
Pero, ¿qué rayos? No hay forma de aceptar esto más que como la ocurrencia de alguien que no quiere renunciar a tener un «jefe de bomberos» en el equipo de trabajo que sea, al mismo tiempo, jefe de proyecto, líder técnico, programador senior y responsable de producto, por los habituales 30 o 35.000 € de miseria que suelen pagar las consultoras para estos perfiles. Tú quieres a Superman resolviendo problemas, y que encima él pague las copas para celebrarlo.
Claro, que… ¿cómo va a decir nada el Scrum Master hoy miércoles, si el lunes por la mañana sabía de Scrum lo mismo que el conserje del edificio?
Fotografía: Lies Thru a Lens