Cinco noticias que demuestran por qué no debes usar servicios en la nube

La externalización de los sistemas de información ha sido una de las tendencias clave en la última década. La perspectiva de poder librarse de los costes de compra y mantenimiento de una tecnología que avanza sin cesar es muy atractiva, pero también esconde riesgos que pueden hacer quebrar tu empresa en cuestión de días. Si no lo crees, te cuento cinco casos que quizás te hagan cambiar de opinión.

El origen del problema está claro: las empresas se dedican a lo suyo y la informática, aunque necesaria para mantener su actividad, no es de lo que viven. Los autónomos, las pequeñas empresas e incluso las grandes compañías de distribución o comercio no tienen como finalidad instalar sistemas ni hacer mantenimiento de redes y software, sino que tienen que gastar dinero en esos recursos para poder realizar sus operaciones. Por eso, contratar técnicos, comprar máquinas y mantener un departamento de IT se ha visto siempre como un mal necesario y, cuando hace más o menos una década, empezaron a surgir empresas que permitían externalizar esta carga, muchos lo vieron como una solución mágica a sus problemas: podían seguir disfrutando de los sistemas que necesitaban para su trabajo, pero no tenían que gastar ni invertir en ello, sustituyendo sus departamentos en pérdidas por una factura mensual de servicios.

Este es el fundamento de modelos como el «Software como Servicio» (SaaS, o Software as a Service), en los que tenemos una especie de leasing tecnológico que nos permite disponer de máquinas y aplicaciones, sin tener ni máquinas ni aplicaciones. ¿La ventaja? Ya no hay que preocuparse de la adquisición de equipos, ni de su amortización, mantenimiento ni reparación. No hay que contratar técnicos que lo tengan en funcionamiento ni preocuparse de actualizaciones o migraciones de datos. Amazon ha desarrollado el negocio de AWS sobre esta premisa y le ha salido tan bien que este ha año ha superado los 6.000 millones de dólares TRIMESTRALES de facturación en éste área.

Pero cuidado, que los riesgos están ahí y pueden ser catastróficos. De hecho, los dos últimos años han traído tantos ejemplos de problemas, quiebras, caídas y desastres motivados por este asunto, que mi posición es, más que nunca, huir de todo esto como de la peste. ¿Cómo? Hombre, Rafa… eres un poco exagerado. Lo que pasa (nosotros sí que sabemos) es que hay que gestionar los riesgos y bla, bla, bla…

Palabrería. ¿Qué te crees, que todos los que han quebrado eran tontos? Un riesgo grave pocas veces se percibe como tal hasta que no te golpea de lleno, más que nada porque no se te puede ocurrir por dónde te puede venir. Te cuento algunos casos y luego me dices qué te parecen.

A la quiebra por culpa de Amazon

En 2012, Alex Zolo dirigía una empresa de compra/venta de libros usados con un éxito considerable. En los poco más de 3 años que habían pasado desde su apertura, había alcanzado una cifra de ventas de medio millón de dólares y tenía 12 empleados. Los indicadores de satisfacción de los clientes eran envidiables, con un 99% de críticas positivas que aún hoy pueden verse en su página de Amazon.

Su problema fue, precisamente, que en vez de montar su propio sistema de comercio electrónico, lo que habría supuesto crear su dominio, instalar alguna aplicación de comercio electrónico, configurarla e ir consiguiendo poco a poco su clientela, optó por delegarlo en Amazon. Las ventajas eran claras: no tenían que hacer nada en el aspecto tecnológico y conseguía la visibilidad de este gigante de Internet.

En mayo de aquel año recibió una notificación de Amazon en la que se le informaba que la cuenta de vendedor se cerraba, por una decisión interna que no iban a discutir ni revelar. De la noche a la mañana (en cuestión de minutos) la empresa que había creado se vio en la quiebra. Doce personas a la calle, decenas de miles de dólares en pedidos bloqueados, deudas, responsabilidades, y todo ello sin ninguna posibilidad de entender qué había pasado, ya que Amazon se limitó a responder con mensajes automáticos.

Cuando este hombre investigó, se encontró que su situación no era un caso aislado y que decenas de empresas habían sufrido el mismo trato, hasta el punto de que se habían iniciado acciones para actuar ante la fiscalía general de Estados Unidos. El tema me parece tan interesante que, de hecho, lo trataré en otro artículo con más detenimiento.

Censurado y sin ingresos por decisión de Patreon

Muchos creativos, creadores de opinión, emprendedores y pequeñas empresas han optado por las plataformas de financiación colectiva (crowdfunding) para convertir su actividad en una forma de vida. Los casos de gente que llega a ganarse la vida gracias a las contribuciones voluntarias de seguidores que hace pequeñas donaciones a cambio de sus artículos, vídeos o montajes abundan.

Este era el caso de Carl Benjamin, un comentarista bastante díscolo con un considerable éxito de audiencia en su canal de YouTube. Lo hacía tan bien, que a finales de 2017 tenía unos ingresos de unos 12.000 dólares mensuales a través de su cuenta de Patreon. Benjamin perdió todos esos ingresos y el acceso a su cuenta de un día para otro debido a que Patreon le bloqueó sin previo aviso. La excusa fue que había utilizado términos ofensivos en una entrevista para OTRO canal de YouTube. Es decir, que Patreon se reservaba el derecho a vigilar, supervisar, valorar y censurar el contenido de lo que Benjamin dijese incluso en otros sitios que no tuvieran nada que ver con su cuenta de Patreon. Porque, esto es importante, este hombre no publicó nada inapropiado en esa web.

La decisión de la web de micro-mecenazgo ha despertado un rechazo abrumador, incluso en personas que no están de acuerdo para nada con Benjamin. Jordan Peterson, uno de los autores más críticos con el movimiento de corrección política actual, anunció junto a Dave Rubin que el caso le parecía tan escandaloso que iba a cerrar su propia cuenta aunque no había tenido ningún problema, ya que no era posible seguir haciendo negocios con una empresa que cerraba cuentas por censura ideológica.

Forzados a cerrar la escuela por actualizaciones de Thinkific

Si montar un sitio web te parece complicado, no te imaginas lo que es poner en marcha un centro de formación a distancia. Las complejidades de un portal de noticias se quedan cortas al lado de lo que puede ser gestionar decenas o cientos de estudiantes, con sus inscripciones, ejercicios, accesos, permisos, consultas, foros y exámenes. Por eso hay empresas como Thinkific que te proporcionan una solución completa para que montes el negocio en sus servidores.

El problema es que Thinkific va a su aire y tiene una de esas curiosas políticas, que ahora están tan de moda entre los proveedores de software, de llevar adelante las actualizaciones sin contar con el impacto negativo entre los usuarios. Jen Wilson, por ejemplo, es una ingeniero de sonido que un buen día pensó en crear un pequeño negocio de formación en torno a su experiencia con terapia acústica. Montó siete cursos distintos y publicó todo el contenido, lo que le llevó unos tres meses de trabajo.

Cuando ya estaba todo preparado, Thinkific decidió sacar una actualización que cambiaba el diseño de las páginas de formación, haciéndolas incompatibles con los diseños anteriores. Si Jenn (como el resto de usuarios de la plataforma) había usado un diseño antiguo, tenía que rehacer el sitio web por completo, ya que perdía todo lo que había hecho. Las quejas durante los meses de julio y agosto de 2017 inundaron el canal de soporte en Facebook y muchos abandonaron la plataforma o, como Jenn, dejaron muerto el proyecto.

IMDB, Netflix y Tinder, caídos por un fallo en Amazon

Hasta este punto alguno podría pensar: «bueno, pero esas historias que me cuentas son de gentecilla sin importancia, jojojo… insectos sin valor en la jungla de los negocios. Nosotros somos una gran empresa y esas cosas no nos ocurren; aquí desde nuestra elegante sede en la planta 53 del rascacielos del éxito, esas pequeñas hormigas sólo nos interesan como clientes de nuestros resorts y cadenas de restaurantes. Bautista… otra capa de cera en el Rolls, que aún no brilla lo suficiente. Con brío, con brío«.

Lo mismo podían pensar los responsables de Netflix o Tinder cuando decidieron delegar toda la gestión de su infraestructura de IT en el servicio AWS de Amazon, ese que te comentaba al comienzo. En septiembre de 2015 sufrió un megasupercolapso que dejó temblando medio Internet. Los usuarios de IFTTT, un servicio en la nube (cómo no) de automatización de tareas se encontraron con un amplio rango de problemas que iban desde no poder actualizar sus páginas web a ser incapaces de encender las luces de casa.

Netflix fue un poco más previsora y supo responder al incidente, pero otros muchos se encontraron sin servicio durante horas. La propia Netflix había cuantificado que cada hora de desconexión tenía un coste de 400.000 dólares. Cuidado con el Rolls, a ver si hay que cambiarlo por un Renault 5 de sexta mano.

Cambio forzoso del método de trabajo por decisión de WordPress

WordPress es el gestor de contenido dinámico para Internet con la mayor cuota de mercado, alcanzando aproximadamente al 30% de todas las páginas Web que hay en funcionamiento. Las razones son: facilidad de uso, amplia disponibilidad de componentes para ampliar su funcionalidad y pocos costes ocultos. Peeero… los de Automattic, la empresa que lo desarrolla, tiene su propia agenda de negocios y éstos no siempre tienen que ver con lo que pueda beneficiar al usuario.

En 2017 empezaron a circular los rumores sobre un nuevo editor de contenido, Gutenberg, que debía afectar a uno de los componentes básicos del sistema y la forma en que se elaboran las páginas. El editor existente databa de los primeros tiempos del programa y muchos consideraban que se había quedado obsoleto. El nuevo iba a facilitar muchísimo la colocación de contenido multimedia mediante un nuevo paradigma llamado «edición por bloques».

La respuesta de los usuarios no se hizo esperar y Gutenberg es uno de los módulos peor valorados en la historia de WordPress. No sólo muestra una interfaz más incómoda, con decenas de elementos flotantes que no te dejan ver lo que haces, sino que es INCOMPATIBLE con el contenido que pueda existir previamente en el sitio web. Así, si tienes un blog con 5 o 6 años de antigüedad y cientos o miles de páginas, es posible que dejen de funcionar si se te ocurre abrir cualquiera de ellas para una revisión menor.

Lo irritante es que Gutenberg no se ha pensado para facilitar la vida a los usuarios actuales, sino para captar nuevos clientes que puedan echar en falta funciones presentes en otras plataformas, como Weebly o Wix. Y si alguien tiene la tentación de pensar que WordPress es para frikis que escriben sobre series de televisión en el sótano de sus padres, te recuerdo que lo usan empresas como Sony Music, The New York Times o Bloomberg. Y toooodas ellas se van a encontrar con un serio problema de compatibilidad en cuando actualicen el contenido a la versión 5.0.

WordPress ha asegurado que dará soporte al editor clásico hasta 2022, que es el plazo que tienes para salir corriendo y buscar una plataforma alternativa a tu sitio web.

Conclusiones

Que los profesionales independientes, autónomos y pymes sean a menudo los primeros en usar servicios en la nube, por aquello de que no tienen mucha flexibilidad para convertirse en técnicos informáticos ni contratar empleados con ese perfil, no debe hacerte olvidar que la solución SaaS se pensó en realidad (y mueve dinero) en las grandes subcontratas. Es un problema que afecta a todo el mundo.

Los problemas de AWS no han sido ni uno ni dos, sino unos cuantos. Y las noticias de cambios arbitrarios y obligatorios en el software son cada vez más habituales, como cada vez que Apple retira una aplicación de su tienda que has pagado y, de repente, te encuentras que ya no puedes usarla en tu iPhone o iPad.

La solución es muy sencilla: recupera el control de tus servicios de IT. Aquí tienes algunas recomendaciones:

  • No contrates nada que no permita importar y exportar toda la información a ficheros de formato abierto, como hojas de cálculo, ficheros de texto o volcados separados por comas (CSV).
  • Siempre que sea posible, descarga e instala una copia controlada del software. Es decir, no uses JIRA o Confluence en los servidores de Atlassian, sino en tu propio servidor, para decidir cuándo y cómo haces las actualizaciones.
  • Si el volumen de negocio lo permite, crea tu propio departamento de IT y (atento) conviértelo en una unidad de negocio que dé servicios a la propia empresa y a otros. Se trata de convertir un gasto en una experiencia y conocimiento que sea fuente de ingresos.
  • Haz caso a los técnicos y ten un plan de continuidad de negocio que permita recuperar copias de seguridad en servidores propios en cuestión de minutos, con procedimientos ensayados y documentados.

Soy consciente de que la tendencia no va a cambiar y que la perspectiva de quitarse de encima «el problema» de la informática es muy tentador, pero los casos de empresas que se han ido a la quiebra o han tenido serios problemas por ceder de forma incondicional el control sobre sus datos empiezan a ser demasiado habituales como para no prestarles atención. Como mínimo, espero haberte animado a valorar estos servicios con un poco más de prudencia 😉

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